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Me he dedicado toda mi vida a la ganadería, especialmente a la cría de bramas blancas. Con el tiempo, mi trabajo dio buenos resultados y el hato creció tanto que decidí comprar una finca más grande para seguir avanzando. Lamentablemente, al poco tiempo de mudarme, algo inexplicable ocurrió: una de mis mejores bramas, una hembra de exposición valorada en más de 200 millones, apareció muerta sin razón aparente.

Luego de eso, el resto del ganado empezó a decaer. No comían, no se movían, se les veía enfermos, pero los veterinarios no encontraban una causa clara. Por las noches, yo escuchaba algo muy extraño: como si cayeran monedas, una tras otra, por largo rato. Todo se volvió muy inquietante.

Un día, mi mayordomo me dijo que había visto a un indio en la finca, y que lo observó lanzar cuatro flechas al cielo. En ese momento supe que lo que estaba ocurriendo no era algo normal, y entendí que necesitábamos ayuda más allá de lo convencional.

Fue así como llegué a los profesionales de ‘La Tierra a Tus Manos’. Desde el inicio me demostraron que no solo saben de lo técnico, sino que entienden lo profundo: la energía de la tierra, el respeto por lo espiritual y el equilibrio natural. Ellos no solo sanaron a todo mi ganado, sino que también descubrieron que en la finca había una presencia ancestral, guardiana de una riqueza espiritual.

Y esa riqueza no era para cualquiera. Solo podía ser compartida con alguien de corazón puro. Ese alguien fue mi mayordomo. Por eso decidimos repartirla en partes iguales. Hoy tengo mi ganado saludable, una finca en paz y una nueva visión sobre lo que significa trabajar con la tierra.

Le agradezco profundamente al equipo de ‘La Tierra a Tus Manos’. Son personas con verdadero conocimiento, humildad y una conexión real con lo que hacen. Los recomiendo de corazón.